7 abr 2009

Nada que no sepas. Bis.

La paleta estaba demasiado helada para mi gusto, por más que pasaba mi lengua, seguía intransformable, rígida y testaruda, como si protestara contra su naturaleza de paleta de hielo de limón, sabor que seguramente no escogió y gusto con el que le tocó vivir.


Chupaba, lamía y hasta trataba de morder ese pedazo helado que entre más chupaba más se rebelaba, y ninguna de mis 26 piezas dentales lograba siquiera abollar su gélida y semi sabrosa coraza, ni siquiera mis colmillos, molares, premolares o incisivos.


Mientras luchaba y batallaba contra mi obsesión momentánea no veía ni escuchaba absolutamente nada, ni siquiera a ti, nada que no fuera mi pensamiento aventando frases de aliento para vencer a esa nueva enemiga… ni siquiera a ti, que me llevabas de la mano mientras que yo probablemente quería soltarme para sujetar y asfixiar a esa pálida paleta.


No lo hice, no por no soltarte, sino porque hubiera sido demasiado fácil vencer a una paleta de hielo con dos manos.


Creo que mi cara de desesperación fue demasiado evidente, puesto que tomaste tú la paleta, llegaste con tu lengua tibia, dos, tres, de arriba a abajo, dijiste un “toma, ya”, y estaba tal y como me gustan las paletas heladas, goteando limón y azúcar y agua helada, suave y fácil.


Seguiste caminando y hablando de todo eso que tú hablas, veías al frente y yo te veía a ti, pensando, segura de que, como la paleta, yo tampoco iba a poner resistencia.

No hay comentarios.: