14 abr 2008

"Para ti soy libro abierto..."

El pequeño burocito café muestra las cicatrices causadas por casi cincuenta cigarrillos olvidados, cincuenta bocas que se quedaron dormidas, o se quedaron pensando, o se entretuvieron en otras bocas o en botellas… tantas historias como quemaduras de cigarro hay en el pequeño burocito café apretado por dos camas.

No puedo evitar pensar cuánta gente ha cogido en estas camas, sobre los residuos de quiénes estoy durmiendo, me estoy arropando y yo no sé que tanto semen relavado se me este restregando en mis nalgas y en mi cara.

Yo no, yo nunca he cogido en las camas de este hotel, mucho menos en los nuevos sillones rústicos que acaban de agregar al mobiliario, aunque se ven bastante acolchonados y apetecibles para el asunto, ni en la alfombra, también nueva, de ninguno de estos cuartos.

Tengo dieciséis horas sin dormir, me duele la espalda, mucho, pero no tengo sueño, quisiera que fuera suficiente dormir cuatro horas diarias y aprovechar las otras veinte, pero, aunque pudiera, no quiero parecer de cuarenta cuando tenga treinta, que no falta tanto, cinco años más y… no sé y qué, pero algo.

En las seis horas de camino que hice para llegar aquí, escuché enteros los discos de Bengala, Carrie y Hot Chip, dormité unos cuarenta minutos en total, comí cuatro burritos, fui al baño una vez, no vi ninguna de las películas que pasaron, leí unas 40 páginas de El tambor de hojalata, pensé mil y una estupideces y, cuando menos pensé, ya estaba aquí.

Le he tomado cariño al viajar en bus, cada vez mis maletas van siendo más ligeras, antes traía ropa extra para ocasiones tan impensables como posibles, y me da tiempo de pensar, porque voy sola con decenas de extraños y casi segura que no me van a molestar, me han tocado desde niños gordos vomitando hasta señoras cantando “escribe en mi, te necesito” en la parte trasera para después pedir “lo que yo desee cooperar”, casi siempre nada, sí, que mala soy, pero, pues, ¿a mi quién me coopera cuando yo hago el ridículo? Já.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

" Sintió en su boca el suave olor de la fiebre y lo aspiro como si quisiera llenarse de las intimidades de su cuerpo. Y en ese momento se imaginó que ya llevaba muchos años en su casa y que se estaba muriendo. De pronto tuvo la clara sensación que no podría sobrevivir a la muerte de ella. "La insoportable levedad del ser". Y pensar que la vida de cada quien y de los que te acompañan en el camión y de los que cojieron y seguiran cojiendo en tu cuarto de hotel, no significan nada en la historia de la humanidad. Entonces estas y no estas, una vez es nunca.
Un abrazo! que bueno que estes de vuelta. Mayo.

Anónimo dijo...

que chingon, otra persona que le gusta dengue fever! yeah