5 dic 2007

El exceso de noviembre: Exposure

Cómo por 11 pesos me bajé la falda
"Amiga, esta noche nada superará esa anécdota", con eso inició la parranda del jueves, pero, vaya que me tragué mis palabras. Ya entrada la noche y las copas, nos encontrábamos los seis bombones más que animadas, frenéticas por tanto alcohol de gran efectividad y bajo costo.
Yo, tan eufórica como siempre, me sentía como si estuviera escuchando a la mejor banda de rock de todos los tiempos, gritaba, cantaba, era feliz con esos guitarrazos ante los que, en ese momento, me quitaba el sombrero.
Llegó una canción que puso a mi cuerpo a moverse con una pasional violencia, con pasos, brincos y patadas decisivas que me permitían expresar el alto grado de excitación que me provocaba tan singular pieza.
Yo me sentía cual Karen O en el escenario, cuando al tratar de mover mis piernas algo estorbaba, algo no me dejaba fluir... en el instante supe qué era, pero mi temor a estar segura hizo que mi mirada bajara lenta, temerosa de lo que sabía iba a encontrar a mis pies...
No, no era un hombre seducido por mis movimientos, era mi falda que, quedando un poco flojilla, me traicionó ante los compases de tan barata canción que me impulsaba a contonearme de tal manera.
No crean que mi pálida carne qudó al descubierto, raramente portaba bajo mi falda azul turquesa unas mallas negras gruesas para el frío, así que me salvaron el pudor.
Mis amigas no presenciaron tal cual el acto y yo pensé "ya chingué" cuando un bastante imprudente mesero me toca la espalda para preguntar "Señorita, ¿está usted bien?" Pues más que bien, que no acabas de ver... ¡animal! No lo dije, pero lo pensé.
Y así fue como 11 fichas de cheve fueron suficientes para que me bajara la falda.
Lo peor, lo realmente vergonzoso, es que la canción que provocó tal desborde era de... Panda. Fuck!

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